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En el curso de un año
podemos observar como varía la posición del Sol y su recorrido
en el cielo. Para explicar este fenómeno recurrimos de nuevo a
la esfera celeste. En este sistema de referencia la Tierra permanece en
el centro y el Sol describe un movimiento aparente a lo largo de la eclíptica
a razón de un grado aproximadamente por día. Cuando el Sol
alcanza los puntos Aries y Libra ( Figura 1-1-7 ) ocurren los equinoccios
(del latín: noche igual) ya que la noche y el día tienen
la misma duración en todos los lugares de la Tierra. El equinoccio
de primavera tiene lugar el 21 de Marzo y el de otoño del 22 de
Septiembre. Entre ambos hay dos posiciones significativas denominadas
solsticios ( latín: parada prolongada del Sol). El solsticio de
verano ocurre el 21 de Junio, el día más largo del año
y el solsticio de invierno el 22 de Diciembre que es el día más
corto. Las fechas citadas no son exactas sino que experimentan pequeñas
oscilaciones como consecuencia de que el punto Aries, adoptado como origen,
varía por causas diversas.
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Los puntos por donde el
Sol sale y se pone por el horizonte cambian en el curso del año
( Figura 1-1-8 ). El primer día de la primavera y del otoño
el Sol sale exactamente por el este y se pone por el oeste. Al acercarnos
al solsticio de verano las posiciones del orto y ocaso avanzan hacia el
norte, aumentando también su recorrido en el cielo que es máximo
en el solsticio de verano. Desde el equinoccio de otoño retroceden
hacia el Sur alcanzando la trayectoria del Sol su valor mínimo
en el solsticio de invierno. En el hemisferio norte el ángulo que
forma la vertical del lugar con la dirección de los rayos del Sol
es más pequeño en el solsticio de verano, donde son casi
perpendiculares a la superficie. Por el contrario en invierno el ángulo
es mayor y los rayos caen oblicuamente. Por está razón,
y porque los días son más largos, hace más calor
en verano que en invierno. Hay lugares en la Tierra, como la parte central
del círculo polar ártico, donde el Sol no se pone durante
el verano al contrario de lo que ocurre en invierno cuando las noches
duran veinticuatro horas.
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